La historia comienza en un hermoso campo donde vivían una cigarra y una hormiga. Eran vecinas, pero tenían personalidades y enfoques de vida muy diferentes. La cigarra era una creatura alegre y despreocupada, que disfrutaba cantando y divirtiéndose todo el día. No le preocupaba el futuro y creía que siempre encontraría una manera de sobrevivir. Por otro lado, la hormiga era trabajadora y responsable. Pasaba su tiempo recolectando alimentos y construyendo un refugio para el invierno. Sabía que debía prepararse para los tiempos difíciles que podrían venir.
A medida que pasaban los días, el verano se desvanecía y el invierno se acercaba. La hormiga continuaba trabajando arduamente, almacenando granos y construyendo su refugio. Mientras tanto, la cigarra seguía cantando y disfrutando de la vida sin preocupaciones. La cigarra se burlaba de la hormiga por trabajar tanto y no aprovechar el momento. “¿Por qué trabajar tan duro cuando podrías estar cantando y disfrutando del sol?”, le preguntaba a la hormiga.
Sin embargo, cuando finalmente llegó el invierno, las cosas cambiaron drásticamente. La cigarra se encontró sin alimento ni refugio. El frío y el hambre la obligaron a buscar ayuda. Desesperada y arrepentida, la cigarra fue a pedir ayuda a la hormiga, quien había almacenado suficiente comida para sobrevivir el invierno. La hormiga, aunque compasiva, le recordó a la cigarra sus acciones pasadas y su falta de previsión. Le explicó que su trabajo duro y previsión eran las razones por las que tenía comida y refugio durante los meses fríos.
La lección que se desprende de esta fábula es clara: la previsión y el trabajo duro son fundamentales para enfrentar los desafíos y dificultades de la vida. A través de la historia de la cigarra y la hormiga, los niños aprenden la importancia de planificar para el futuro y de tomar medidas responsables en el presente. La fábula también destaca cómo nuestras elecciones y acciones tienen consecuencias, ya sean positivas o negativas.